La
historia del perfume se remonta a las civilizaciones más antiguas, tales como
el Egipto de los faraones, la china de los emperadores o la Grecia de los grandes
filósofos. Largos viajes se emprendían en la antigüedad para obtener incienso, mirra
y flores aromáticas.
Al principio se utilizaban para honrar a los Dioses, luego
como inhalaciones medicinales y después para influir en la sensación de
bienestar personal y colectivo.
Durante
la edad media y luego en la época del renacimiento, el perfume se desarrolló enormemente, se
descubrieron nuevas formas de destilación, se comenzaron a utilizar nuevos
elementos, tales como la madera de sándalo, el cuero, etc. También se
descubrieron formas más eficientes de envasado y se comenzaron a diluir las
esencias para hacerlas más comerciales.
En
los siglos 18 y 19 ya el perfume formaba parte importante de la vida diaria de
las personas de clase social y económica elevada y en el siglo 20, la
utilización del perfume se popularizó al punto de convertirse en algo tan
importante como la ropa.
En
1921, la famosa Cocó Chanel tuvo la genial idea de ordenar a una casa de
perfumería que le elaboraran un perfume para ser utilizado por su clientela, es
decir para que formara parte integrante de sus vestidos, y así nació el Chanel
N°5. Es importante acotar que hasta ese momento, la gran mayoría de las
fragancias eran utilizadas, indistintamente, por ambos sexos.
El resto es historia, el éxito fue tal que
todos los grandes modistos comenzaron a encargar perfumes y a comercializarlos
como parte de su catálogo.
Al principio,
le regalaban a su clientela un frasquito de “la fragancia de la casa”, tales
como Worth o Lanvin y luego comenzaron a venderlos en sus tiendas.
En
las décadas de los 50 y 60 ya no se concebía una casa de moda respetable que no
incluyera,
con su nombre, uno o varios perfumes cuyas fragancias estuvieran
acordes con el estilo de su costura y pronto se dieron cuenta que, en muchos
casos, las ventas de sus perfumes era más rentable que la de los vestidos o
trajes que elaboraban. Además se percataron que su fama mundial dependía más de
sus perfumes que de sus prendas de vestir, porque millones de personas
utilizaban sus perfumes sin siquiera saber qué tipo de prendas de vestir
elaboraban en sus talleres.
Y
aquí comienza a moldearse algo interesante; mientras que hasta los años 1940 y 50
las personas se vestían, casi siempre,
con un mismo estilo, el perfume que utilizaban era, por lo general, uno solo.
Si nos recordamos de nuestros abuelos, los recordaremos siempre vestidos de la
misma manera y con un aroma característico, siempre el mismo. Por ejemplo, mi
papá utilizaba pantalón negro y camisa blanca para ir todos los días al trabajo
y, si iba a una fiesta, se ponía un liqui-liqui blanco o un traje gris oscuro,
pero siempre usaba la misma fragancia: Jean-Marie
Farina, una agua de colonia que data de 1693 y que fue re-bautizada en 1806,
pero que todavía es utilizada por gran
cantidad de personas mayores en todo el mundo.
Pero
en nuestro tiempo eso no es así; sólo
las personas de muy avanzada edad siguen usando un solo perfume todos los días,
todo el tiempo. La mayoría de la gente utiliza varias fragancias, una o dos
para ir al trabajo, otra para asistir a una parrilla o alguna actividad
parecida y otra, muy distinta, que sólo usan para fiestas y otras ocasiones
especiales.
La
industrialización del perfume contribuyó a incentivar la competencia y hoy en
día salen al mercado miles de fragancias nuevas cada año, aunque sólo pocas
tienes un éxito comercial aceptable y son contadas las que son verdaderamente
rentables. Hoy en día, muchos diseñadores han vendido sus marcas de perfumería
a grandes distribuidoras internacionales a cambio de obtener un pequeño royalty por ventas y de mantener su
nombre presente, lo cual les garantiza participar del mercado mundial.
Lo
interesante es que las fragancias rentables, es decir las que tienen gran éxito
comercial, son aquellas que mantienen una congruencia con las demás cosas que
están ocurriendo en el mundo de la moda, es decir, que son aquellas que
“acompañan”, o sirven de complemento, a la manera de vestir, al estilo de los
accesorios de moda, etc.
En
los años 60, en Europa y en el continente americano, las fragancias fueron muy influenciadas
por el movimiento hippie y comenzaron a aparecer aromas con notas de la India y otros lugares
orientales. En los 70 y 80 el cambio fue radical y aparecieron muchas
fragancias muy fuertes y sensuales, tal como indicaban los talleres de costura
de moda; A mediados de los 90 comenzó a hablarse fuertemente de ecología y vida
sana y las fragancias dominantes tomaron el camino de las “acquas”, fragancias muy suaves y con notas cítricas de salida. Es
en ese momento también cuando comienzan a aparecer las fragancias de artistas
de moda y con nombres de deportistas famosos mundialmente que, a su vez,
acompañan a la moda de la ropa de estilo deportivo y la tendencia de los trajes
casuales.
Es
decir, que a pesar de que en las perfumerías siempre se encuentran perfumes de
diversos estilos, para todos los gustos, los éxitos comerciales son siempre
aquellos que están alineados con las tendencias de moda y el estilo de vida de la
mayoría de los clientes, quienes ven las fragancias como una “prenda de vestir”
más, como un accesorio vital, como ese “toque” especial que les afianza su
personalidad y que los ayuda en ese delicado arte de la seducción y de la
aceptación social.
Quico Salazar
Director
de Las Villas Perfumería
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